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La fuerza del reconocimiento y la autoestima: Amígdala e hipocampo

 Si gestionas un equipo es posible que te ocurra con frecuencia. Me refiero al hecho de que resulta sencillo recordar comportamientos de ineficacia, momentos negativos del profesional, y sin embargo suele ser mucho más difícil recabar indicadores en los que el profesional tuvo un comportamiento positivo o excelente.

Existe una explicación neurocientífica. A la hora de evaluar el desempeño de un colaborador, nuestro cerebro actúa instintivamente y la amígdala hace su trabajo. La amígdala cerebral es un conjunto de núcleos de neuronas que forma parte del sistema límbico (nuestro cerebro reptiliano) y su papel principal es el procesamiento y registro de las reacciones emocionales. Aquí es dónde reside la clave: la amígdala se ocupa de registrar el clima emocional que acompaña a los hechos y, ante situaciones que consideramos de ansiedad o estrés, es la que se encarga de fortalecer el recuerdo de lo que está ocurriendo y, por su proximidad con el hipocampo, grabar los detalles que lo acompañan. También ocurre con los hechos que nos producen una intensa alegría, pero estos, seamos honestos, no abundan en el entorno profesional.

He aquí la explicación: en el entorno profesional recordamos con claridad las actuaciones negativas que nos han producido estrés (que son más comunes) y no las positivas, a menos que no hayan desembocado en una emoción muy intensa (rara vez ocurre). Por eso, cuando un colaborador comete un error o realiza mal una actividad, esa situación nos pone tensos y se graba en nuestro cerebro con facilidad. En sentido contrario, cuando un profesional hace las cosas bien, lo solemos considerar “normal” y no lo recibimos como un estimulo emocional tan intenso, por lo que no lo grabamos tan fácilmente en el cerebro.

Es por esto que en los últimos tiempos las nuevas tendencias en liderazgo otorgan una gran importancia a “poner el foco en las fortalezas”, pero es algo que no llevamos a cabo todo lo que deberíamos. Quizá nuestra amígdala no lo permita. Sin embargo, el esfuerzo merece la pena.

Reconocimiento y autoestima

Una de las necesidades humanas fundamentales es fomentar y fortalecer el propio sentido personal de autoestima. En términos de liderazgo, es fundamental tener en cuenta que un alto sentido de autoestima salvaguarda la capacidad y la voluntad de todos los profesionales para realizar su trabajo correctamente y con motivación. ¿La clave? Reforzar la autoestima poniendo el “foco en fortalezas”.

Es curioso que las personas que tienen una autoestima alta (no sobredimensionada, sino realista) tienen una gran fe en sus propias fortalezas y habilidades y también reconocen las fortalezas y las habilidades de los demás. Generalmente no dependen directamente de las opiniones y juicios de los demás, y por lo tanto no ven la crítica como una amenaza, sino como una oportunidad para aprender juntos.

Una evaluación negativa de uno mismo, sin embargo, conduce a una evaluación negativa y desconfiada de los demás. En esta situación, para protegernos a nosotros mismos, a menudo nos escondemos detrás de una fachada de arrogancia, soberbia, autoconfianza exagerada o –en el otro extremo– detrás de un muro de desconfianza y reserva.

En lo que respecta al líder, la forma de influir en la autoestima de sus profesionales está clara: Se trata de prestar atención y reconocimiento, ya que nos sentimos muy contentos y estamos dispuestos cuando nuestra «olla de atención» está llena. En caso contrario, cuando el líder se focaliza demasiado en aspectos negativos puede, sin ser consciente, socavar el sentido de autoestima de sus colaboradores con su menosprecio y generar frustración y angustia.

La conclusión, antes que nada, es que el líder ha de tomar conciencia de esta tendencia instintiva e inadecuada de poner el foco sólo en lo negativo o mejorable; después, como líderes responsables, hemos de buscar un equilibrio entre evidencias de eficacia y evidencias de ineficacia que nos permita hacer un diagnóstico más justo del desempeño de nuestros profesionales. Y para terminar, dentro de ese equilibrio, recordar que el reconocimiento positivo y condicionado a evidencias concretas impulsa la autoestima de nuestros colaboradores (activando la amígdala y generando un recuerdo positivo en el hipocampo) y, en consecuencia, la productividad y el desempeño del equipo.

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