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La ley de Jante y la humildad como competencia profesional

En la cultura de los países nórdicos está muy arraigada la llamada “Ley de Jante”. Aunque no será fácil transmitir en pocas palabras todo lo que significa, es algo así como un principio social que desaprueba que una persona se considere mejor que las demás. “Janteloven” (Ley de Jante en danés) significa no creerse o mostrarse por encima de los demás, no ser arrogante… no imponer o imponerse. Quienes han vivido o trabajado en países como Dinamarca, Suecia, Noruega o Finlandia dicen que llama mucho la atención el gran arraigo que tiene en la vida diaria esta ley ficticia que tiene su origen en la novela “Un refugiado sobre sus límites”, del escritor danés Aksel Sandemose. Mostrar humildad es muy importante en estos países.

Hay algunos detalles de la Ley de Jante que uno puede interpretar como una invitación a la mediocridad o a la ausencia de ambición. “No debes pensar que eres bueno en nada” o “No debes pensar que tú eres especial” parecen contrarias a esta corriente vanguardista que actualmente nos abduce y nos conduce a vender nuestra marca personal y a presentarnos ante los demás con seguridad y confianza en uno mismo. En realidad no es así.

La principal enseñanza profesional que debemos recoger de esta “joya” de la cultura escandinava es el mensaje de humildad. No dice la Ley de Jante que no debamos trabajar por ser mejores cada día; lo que dice es que no lo hagamos con vistas a los demás. No dice la Ley de Jante que no debamos ser ambiciosos; dice que no nos comparemos y que no demos codazos a nadie en el camino. No dice que no progresemos, dice que no lo hagamos con jactancia, que no acompañamos nuestros aciertos de fanfarrias innecesarias.

Lástima que la Ley de Jante no esté muy presente en la cultura de otros países. Lástima que no esté presente en la cultura empresarial de la mayoría de las compañías. Los diccionarios de competencias no suelen incluir la “humildad” como una clave de éxito. Quizás porque el concepto siempre tuvo connotaciones religiosas o porque se ha entendido (mal) como una virtud de mediocres o incapaces. Las definiciones del Diccionario de la Real Academia pueden ser la explicación de las citadas confusiones. La primera es la que vale aquí: “Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”. Las otras dos dicen que humildad es “Bajeza de nacimiento o de otra cualquier especie” y “Sumisión, rendimiento”.

Aquí estamos hablando de la primera acepción. Humildad es ser consciente de tus fortalezas, pero también de tus debilidades. Es auto-reflexión y auto-desarrollo. Es el cimiento verdaderamente imprescindible para progresar y triunfar profesionalmente. Lástima que no esté de moda, que nunca esté de moda.

Las últimas tendencias en evaluación de potencial incluyen medidas de aquiesciencia y congruencia para el control de la deseabilidad social de los profesionales. También hay ciertos avances en la predicción de comportamientos “anti-humildad” en los procesos de evaluación más innovadores. Soplos de aire fresco para quienes creemos que la humildad debería abrir más puertas que la soberbia.

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