Psicosoft - Nos han engañado con el mito de la actitud

Querer no es poder

Recuerdo aquellos años remotos en los que comenzaba mi vida laboral con nostalgia y afecto, y con un poco de confusión también. Cuando empiezas a trabajar no sabes muy bien qué se espera de ti, más allá de llegar con puntualidad al trabajo, obedecer a tu jefe y ser un buen compañero. Tiene gracia la cosa, ¡Lo mismo que en el colegio!

Luego te vas dando cuenta de que es un poco más complicado. Empiezas a oír hablar de productividad, eficacia, motivación, compromiso…

De todos estos conceptos anteriores, en mi opinión, hay uno sobrevalorado: Motivación. Al que se le ocurrió la frase de querer es poder se lució. Suena fenomenal, remueve conciencias y es un revulsivo de voluntades, pero… ¿El que quiere, puede? No creo. Más bien yo diría que quien sabe hacer y quiere, puede que pueda. Otra cosa es decir «el que no quiere, no puede», con esto sí que estoy de acuerdo. Querer es condición necesaria, no suficiente.

Pongo esta idea sobre la mesa, porque cuando ejercemos nuestro papel como directivos, dedicamos mucho tiempo y energía a orientar actitudes y motivación, cuando sería más práctico dar herramientas y preparar a nuestra gente para que «sepa hacer».

Como tampoco es fácil determinar si una persona sabe hacer o no, propongo una fórmula muy sencilla de tres variables: Conocimiento, experiencia y habilidad.

  • Conocimiento:Saber cómo se hace una tarea o actividad, procedimientos, pasos o reglas a seguir.
  • Experiencia: Haberlo hecho antes con razonablemente buenos resultados.
  • Habilidad: Existe cuando hemos interiorizado una forma de hacer, y actuamos con agilidad y precisión.

Dirigir personas es, entre otras cosas, intervenir en el saber hacer ajeno. ¿Cómo? Entregando conocimientos, entrenando las habilidades y abriendo posibilidades de adquirir experiencias.

La motivación viene cuando el sujeto sabe que «sabe hacer», confía en que va a tener un buen resultado, y considera que merece la pena el esfuerzo. He tenido magníficos jefes, grandes motivadores, con un matiz esencial. Primero se aseguraban de que supiera hacer y luego se ocupaban de mi motivación.

De los otros jefes, que echaban toda la carne en el asador de la motivación, descuidando el saber hacer, solo tengo un recuerdo pavoroso de cuando venían a decirme que tenían un reto apasionante para mí y que «Querer es poder».

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