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Salvador Dalí y la persistencia de la motivación

Estos días se cumplen 25 años de la muerte de Salvador Dalí y los medios de comunicación no paran de ofrecer interesantes reportajes sobre el genio de Figueras. Resulta complicado adentrarse con rapidez en la vida y obra de Dalí, sobre todo por los innumerables matices e interpretaciones que se obtienen de cada pincelada que dejó el genio catalán.

Una de las imágenes más populares de su obra son los denominados “relojes blandos”. El cuadro en que aparecen se llama en realidad “La persistencia de la memoria” y el propio Dalí afirmó que para pintarlos se inspiró en los quesos Camembert, en su condición de “»tiernos, extravagantes, solitarios y paranoico-críticos». Las interpretaciones que posteriormente hicieron los expertos aclaran un poco esta definición tan críptica y aportan algo de luz a lo que pudieron significar aquellos relojes que se derretían en el cuadro. En realidad (según varios autores) los relojes son una metáfora de la inevitable decadencia y de la obsesión del hombre por el paso del tiempo. En Dalí, lo blando simboliza lo mortal, lo consumible…

En el entorno profesional lo realmente efímero y consumible es la motivación externa. El manager se pregunta cómo impulsar el entusiasmo de su equipo con el trabajo; cuenta con herramientas para motivar, aunque la mayor parte de ellas son poco perdurables. Pero eso sería objeto de otras reflexiones mucho más amplias. La cuestión es cómo podemos trabajar la automotivación, que es la realmente incombustible y persistente.

En inteligencia emocional, Goleman y Weisinger nos decían que después del autoconocimiento y el autocontrol era necesario encontrar fuentes de inspiración que nos proporcionaran energías para la actividad. En eso consiste la automotivación. Parece muy fácil, pero en realidad no lo es. ¿Quién no se ha sentido alguna vez cansado de su trabajo, vencido por la rutina? Cualquier entorno profesional provoca hastío y desencanto, pero pueden encontrarse salidas. Weisinger establecía cuatro posibles fuentes de motivación a las que podemos acudir: Nosotros mismos (nuestros pensamientos), amigos comprensivos (familiares y colegas), un “mentor emocional” (que nos sirva de ejemplo o inspiración) y nuestro propio entorno.

No es adecuado ni preguntarse si Dalí echó mano de alguna de estas fuentes para mantener su inspiración y motivación. Quién sabe lo que encontró en su propia genialidad, en su musa Gala o en el entorno inmejorable de la Costa Brava en que vivió. En lo que sí coinciden muchos expertos es en que esta eterna inspiración se apagó con la muerte de Gala, en 1982. Sin embargo, otros piensan que siempre halló motivos para seguir y que ese es precisamente uno de los legados más grandes que dejó.

A pesar de plasmar su temor al envejecimiento con la blandura de sus relojes y de otros objetos, el genio mantuvo hasta el final destellos de su motivación. Hay una anécdota que es realmente significativa: Un mes antes de morir, recién salido de la UVI de la clínica Quirón de Barcelona, Dalí recibió la visita del Rey. Cuando vio entrar a Don Juan Carlos, con un hilo de voz tan tenue que apenas se le entendía, dijo: “Rey, le prometo que volveré a pintar”. El Rey se quedó paralizado, impresionado por el deseo de vivir del genio. Dalí no pudo cumplir su promesa, pero demostró al mundo que mantenía intacta su inspiración por crear, que su motivación era persistente hasta en los momentos más difíciles de su vida.

Muchos años antes ya había dicho: «El verdadero pintor es aquel que es capaz de pintar escenas extraordinarias en medio de un desierto vacío. El verdadero pintor es aquel que es capaz de pintar pacientemente una pera rodeado de los tumultos de la historia.» O sea que tenemos que encontrar motivación cuando parezca que no la hay… y debemos abstraernos del ruido tóxico del entorno para seguir adelante, motivados… siempre.

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