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Talento encauzado, talento aprovechado

“La potencia sin control no sirve de nada” fue un slogan publicitario de los años 90 que popularizó una famosa marca de neumáticos, y que hoy sirve de metáfora ideal para hablar de las competencias de éxito en el mercado profesional actual. Es una verdad extendida e indudable que actualmente nuestros jóvenes atesoran talento a raudales, quizás nunca antes tuvimos una juventud más preparada y más talentosa que la actual. Pero, ¿qué necesitan para tener éxito?

John Maxwell escribió un interesante libro titulado “El talento nunca es suficiente” que explicaba con detalle las competencias añadidas al puro talento necesarias para alcanzar el éxito profesional. Y es que no basta con atesorar competencias ‘de talento’, también hay que saber enfocarlas y adaptarlas al entorno. Por eso las habilidades que son y serán fundamentales para el futuro podrían agruparse en dos tipologías: las que atañen al talento personal y las que modulan ese talento y lo sitúan en el camino correcto.

Las caras del talento

El subtitulo desvela la intención de categorizar y convertir en variables concretas el talento que el mercado demanda en la actualidad. Nuestros jóvenes llegan cargados de sabiduría y capacidad, pero debemos definir con mayor concreción qué es lo que queremos exactamente. Estos son los 4 valores que consideramos fundamentales para triunfar en el mercado profesional de hoy:

Pensamiento innovador: La innovación permite solventar los imprevistos y sacar adelante las situaciones más complejas. Responder en encrucijadas inesperadas con soluciones que impactan y sorprenden es un valor en alza que combate la presión y surge como un gran valor diferencial en el mundo profesional actual.

Adaptación multicultural: En un mundo cada vez más global, la capacidad de trabajar con y para personas de otras culturas es casi imprescindible. No se trata sólo de manejar otros idiomas (que también) sino de entender y adaptarse a otros modos de pensar igualmente válidos. Es más que flexibilidad y tolerancia; es compartir con naturalidad e integrar modos de pensar diferentes en pos de objetivos comunes.

Conocimiento social media: Es ya casi una obviedad que las nuevas generaciones digitales arriban al mercado con esta ventaja adquirida. Manejar el uso de los social media con soltura (blogs, podcasts, twitter…) permite comunicarse con rapidez y hacer llegar contenidos a determinados públicos objetivos casi ‘on time’. Sencillamente imprescindible.

Multifuncionalidad: El nuevo profesional puede y debe presentar una cierta especialización, pero tiene que ser también transversal y dominar más disciplinas. Esta competencia está relacionada directamente con la capacidad de aprendizaje, ya que se refiere igualmente a la voluntad constante de seguir aprendiendo e integrar nuevos conocimientos con una mente abierta y con capacidad para cambiar.

Los cauces del talento

Imaginar a un joven con las cuatro competencias anteriores casi da vértigo. Sería, sencillamente, una persona brillante con un enorme potencial profesional. Y sin embargo, podría fracasar. Por eso añadimos ahora otros 4 valores que se antojan necesarios para encauzar el talento y situarlo en la dirección correcta:

Inteligencia social: Esta competencia trasciende la inteligencia emocional y habla de conectar con los demás para conseguir las reacciones deseadas. Es capacidad de influencia, de ser capaces de identificar y evaluar la parte emocional de las personas que interactúan con nosotros para construir relaciones de confianza duradera, de forma honesta y verdadera.

Cultura del esfuerzo: Tiene que ver con la paciencia, término mucho más cotidiano. Los jóvenes talentos deben entender que el éxito no se alcanza en poco tiempo y mucho menos de forma fácil. Antes de recoger hay que sembrar y poner mucho esfuerzo para después obtener la recompensa. No siempre estaremos encantados con lo que hacemos y muchas veces lidiaremos con situaciones incómodas e ingratas a las que hay que responder con firmeza y esfuerzo.

Humildad profesional: En principio puede parecer contraria a esta corriente actual que nos conduce a vender nuestra marca personal y a presentarnos ante los demás con seguridad y confianza en uno mismo. En realidad no es así: no se trata de renunciar a ser mejores cada día; se trata de no hacerlo en comparación con los demás. Es, como define la propia RAE, tener la virtud de conocer las propias limitaciones y obrar de acuerdo con este conocimiento.

Tolerancia a la frustración: En el entorno profesional, no todas las ideas valen y no todos los trabajos bien hechos reciben los parabienes del cliente, interno o externo. Por eso es esencial llevar consigo algo de tolerancia a la presión y, sobre todo, a la frustración. Recibir un ‘no’ por respuesta sin hundirse y sin sentirse personalmente rechazado es un importante valor que el joven debe interiorizar y atesorar.

Esta doble dimensión competencial permite manejar la deseabilidad social de los jóvenes talentos. Toda virtud llevada al extremo se convierte automáticamente en área de mejora, por eso es necesario establecer límites que permitan aprovechar al máximo el potencial de la nueva generación. Normalmente, un joven talento sabe que lo es; por eso puede caer en errores que ralenticen o trunquen su desarrollo profesional. Medir la consistencia de los candidatos, manejar su deseabilidad profesional y modular sus expectativas podrían conducir al talento al lugar de éxito que se merece.

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